“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios, a quien no ve”. I Juan 4:20
Hoy no me puedo engañar a mi mismo. No puedo decir que amo a Dios si en mi corazón odio a mi hermano. Este es un día especial, día para ponerme a cuentas con mi hermano en un espíritu de perdón y reconciliación. En el centro del corazón de la comunidad cristiana, está el compromiso a animar relaciones que edifiquen unidad. Lo concerniente a la reconciliación es imperativo en el cuerpo de Cristo.
La división es el producto de muchas visiones y por mucho tiempo hemos estado fragmentados por muchas de ellas. Es tiempo de acercarnos para poder demostrar genuinamente la unidad bíblica a la cual nuestro Señor nos ha llamado.
Se que cuando se trata de perdonar y pedir perdón y dar los pasos hacia la genuina reconciliación mi ego se rebela, pero luego que doy el paso la dimensión espiritual que me envuelve es una dimensión sin igual. En las relaciones hay tres niveles básicos en donde en necesario caminar en reconciliación y perdón. El primer nivel básico es el nivel del conocimiento superficial, se experimenta cuando conozco a una persona ligeramente y cuando no hay profundidad de amistad.
El próximo nivel es el nivel de la amistad cuando ya hay conocimiento más allá de la superficie, cuando nos agradamos y confiamos, cuando compartimos tristezas y alegrías y el último nivel es el nivel de la hermandad, es cuando ya identificamos y reconocemos el parentesco espiritual, uno que llora cuando el otro es herido y se regocija cuando el otro se goza. En estos tres niveles necesito moverme en la pista de la reconciliación.
Las relaciones con los demás humanos están balanceadas por las relaciones espirituales. Hoy no podré decir que amo a Dios si hay en mi corazón odio hacía una persona con quien no puedo convivir. Yo necesito hoy aprender a moverme tanto horizontal como verticalmente. Mi relación con Dios es vertical, pero mi relación con la gente es horizontal y la una va tomada de la mano con la otra.
Señor, Gracias por alcanzarme con tu amor y sostenerme. Quiero transmitir ese mismo amor a los que están cerca de mi para poder experimentar la belleza de tu gracia y de tu bondad. Solo en ti encontré perdón y ese perdón lo quiero extender a otros. Amén.
Dr. Serafín Contreras Galeano.www.serafincontreras.com
Hoy no me puedo engañar a mi mismo. No puedo decir que amo a Dios si en mi corazón odio a mi hermano. Este es un día especial, día para ponerme a cuentas con mi hermano en un espíritu de perdón y reconciliación. En el centro del corazón de la comunidad cristiana, está el compromiso a animar relaciones que edifiquen unidad. Lo concerniente a la reconciliación es imperativo en el cuerpo de Cristo.
La división es el producto de muchas visiones y por mucho tiempo hemos estado fragmentados por muchas de ellas. Es tiempo de acercarnos para poder demostrar genuinamente la unidad bíblica a la cual nuestro Señor nos ha llamado.
Se que cuando se trata de perdonar y pedir perdón y dar los pasos hacia la genuina reconciliación mi ego se rebela, pero luego que doy el paso la dimensión espiritual que me envuelve es una dimensión sin igual. En las relaciones hay tres niveles básicos en donde en necesario caminar en reconciliación y perdón. El primer nivel básico es el nivel del conocimiento superficial, se experimenta cuando conozco a una persona ligeramente y cuando no hay profundidad de amistad.
El próximo nivel es el nivel de la amistad cuando ya hay conocimiento más allá de la superficie, cuando nos agradamos y confiamos, cuando compartimos tristezas y alegrías y el último nivel es el nivel de la hermandad, es cuando ya identificamos y reconocemos el parentesco espiritual, uno que llora cuando el otro es herido y se regocija cuando el otro se goza. En estos tres niveles necesito moverme en la pista de la reconciliación.
Las relaciones con los demás humanos están balanceadas por las relaciones espirituales. Hoy no podré decir que amo a Dios si hay en mi corazón odio hacía una persona con quien no puedo convivir. Yo necesito hoy aprender a moverme tanto horizontal como verticalmente. Mi relación con Dios es vertical, pero mi relación con la gente es horizontal y la una va tomada de la mano con la otra.
Señor, Gracias por alcanzarme con tu amor y sostenerme. Quiero transmitir ese mismo amor a los que están cerca de mi para poder experimentar la belleza de tu gracia y de tu bondad. Solo en ti encontré perdón y ese perdón lo quiero extender a otros. Amén.
Dr. Serafín Contreras Galeano.www.serafincontreras.com
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