DIA DE ACCION DE GRACIAS
Jose "Pepe" Alonso
Hoy celebramos en este país el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving), bellísima tradición que, inexplicablemente, no ha sido importada por nuestros países de Hispano América, como lo hemos hecho con otras nada cristianas, como Halloween (el día de las brujas) a la que nunca debimos copiar. Así somos.
Quisiera compartir en esta ocasión una breve reflexión que nos puede servir a todos, no solo para un día en concreto sino mas bien como una actitud constante en nuestro caminar de fe.
San Pablo menciona como una característica del verdadero creyente la gratitud: “dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:20). Por cuanto la Palabra de Dios debe gobierna su corazón y penetrar sus pensamientos, esta alma cristiana podrá tener una perspectiva correcta de las cosas y será movido a dar gracias.
Desde una perspectiva cristiana, ¿qué es la gratitud? “La gratitud es lo que completa el ciclo por medio del cual las bendiciones derramadas en los corazones y vidas de los creyentes vuelven al Dador en forma de adoración continua, amorosa y espontánea”. La persona envuelta en esta actividad reconoce al menos tres cosas: “a) que las bendiciones que disfruta le fueron otorgadas, de modo que honradamente no puede atribuirse crédito por ellas; b) que es totalmente indigno de ellas; y c) que son grandes y muchas”.
El creyente lleno del Espíritu, reconoce estas cosas y por eso es agradecido. Veamos el texto otra vez.
Lo primero que
Pablo señala aquí es la frecuencia de estas acciones de gracias que brotan de un corazón lleno del Espíritu: “Dando siempre gracias”. Regularmente, constantemente, este hombre da gracias a Dios. Esto es algo que lo caracteriza, es una actitud de su corazón. En otras palabras un creyente lleno del Espíritu no es un hombre quejoso; él siempre tiene motivos para dar gracias a Dios.
En segundo lugar, Pablo señala el motivo. ¿Por qué da gracias este hombre? Por todo: “Dando siempre gracias por todo”. Por las bendiciones materiales y por las espirituales; por las ordinarias y las extraordinarias; por las pasadas y por las presentes, y aun por las bendiciones que con toda seguridad obtendremos en el futuro porque Dios lo ha prometido. Debemos dar gracias por todo, aun cuando nos encontremos en medio de una situación aflictiva. Cuando Pablo escribió estas palabras estaba preso en Roma, pero aun allí él veía motivos de sobra para dar gracias a Dios. Escribiendo a los Filipenses Pablo les dice que sus prisiones habían redundado para el bien del evangelio, y él se gozaba en ello y daba gracias a Dios.
¿Significa esto que los cristianos debemos ser masoquistas o insensibles y darle gracias a Dios por los problemas que llegan a nuestras vidas como si eso no nos afectara en lo más mínimo? ¿O que debemos dejar de distinguir entre lo bueno y lo malo y darle gracias por los pecados que otros cometen, y que muchas veces nos dañan a nosotros? No.
Los creyentes no somos masoquistas ni insensibles. Pero los cristianos sí pueden, y deben, someterse humildemente a la soberana mano de Dios en medio de las aflicciones, reconociendo que todas las cosas obran para el bien de aquellos que le aman (comp. Rom. 8:28).
De esa manera no le damos gracias por aquello que El abomina, como es el caso de una persona que ha pecado contra Dios y contra nosotros, pero podemos y debemos darle gracias por la obra que El está haciendo en nosotros, en nuestro carácter, a través de esas aflicciones.
El cristiano lleno de la Palabra de Dios será gobernado por esta perspectiva y no tendrá problema alguno en dar gracias por todo. La llenura del Espíritu produce esa actitud en los creyentes. “Dad gracias en todo, dice Pablo en 1Ts. 5:18, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.
En tercer lugar, Pablo nos dice cuál es el foco de nuestras acciones de gracias, a quién van dirigidas: “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre”. De Él, por Él, y para Él son todas las cosas, y por lo tanto Él merece la gloria y nuestra gratitud por todas las cosas (Rom. 11:36). Él es la Causa primaria de todas las bendiciones que recibimos diariamente.
Y por último, Pablo señala el modo
como debemos dar gracias: “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.
Fue Él quien compró para nosotros todas las bendiciones que el Padre derrama sobre nuestras vidas constantemente; es por medio de Él como mediador que esas bendiciones nos son otorgadas; es Él quien nos ha abierto el camino para entrar en la presencia del Padre. Por lo tanto, es en Su nombre que debemos dar gracias.
El cristiano lleno del Espíritu da gracias al Padre con la consciencia de que si no fuese por Cristo no estaría disfrutando ninguna de esas cosas por las que está dando gracias. Él da gracias consciente de que Cristo es todo para él, y al hacerlo ensancha cada día su amor, su devoción, su deseo de servirle y vivir para Él.
Oremos:
Gracias Señor por traerme a la oración. Gracias por la alegría de la entrega, el arrepentimiento y el perdón. Gracias por enviarme a Tu Espíritu Santo a enseñarme y a guiarme. Gracias por los frutos que Tu Espíritu está trabajando en mí como el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, el control de mi mismo. Gracias por romper el dominio de hábitos pasados y traerme a una conversión más profunda. Gracias por hacerte presente en todos los momentos de mi vida, por tu Palabra que me da vida y por levantarme cuando caigo. Gracias por hacer que las cosas trabajen para mi bien al depositar yo mi confianza en Ti. Gracias por tus ángeles que me protegen en todos mis caminos. Gracias por guiarme y darme sabiduría, por Tu amor abundante que quita todo temor. Gracias por abrirme las puertas del cielo y derramar Tus bendiciones sobre mí. Gracias por suplir todas mis necesidades con Tu riqueza. Gracias por la salud. Gracias por abrir mis ojos a las necesidades de mis hermanos. Abre mi corazón para amar a los heridos y a los perdidos, abre mis labios para hablar de Tu amor. Gracias por aquellos que me han ayudado en mi camino hacia Ti, bendícelos Señor. Gracias por el regalo de mi vida, así como es. Gracias por el mejor regalo de todos, Tu hijo Jesús. Amén