.1 Pedro 2:25
El SEÑOR es mi pastor, nada me faltará.Salmos 23:1
¿Podría alguien mejor que David hablar del Señor como pastor? No lo creo. El oficio le venía de casa. Había sido su experiencia durante años. Guiaba el rebaño de su familia, les ponía nombres a sus ovejas, las guiaba hacia prados de abundantes pastos, buscaba a la perdida, restauraba a la que caía, traía al redil a la descarriada. Las ovejas le conocían.
En la sociedad de hoy, el ser humano – se incluyen (lamentablemente) en esta especie a algunos cristianos- vive en una constante alucinación por suplir sus supuestas necesidades. La barrera entre deseo y necesidad parece haberse abierto y se funden ambos conceptos creando un mejunje de sentimientos encontrados que en ocasiones no permiten ver la providencia de Dios, sino el aparente “buen” resultado de nuestros esfuerzos.
El Salmo 23 es el himno de la promesa de provisión, consuelo y confianza en el Señor. Es un allegro vivace en la sinfonía del gozo del Señor (¡que es nuestra fortaleza!) a la luz de sus promesas de suplirnos en las necesidades. Pablo, quien más mostró al mundo esta verdad, en plena cautividad, en la oscuridad de su celda oscura, le decía a los filipenses: “Por lo tanto, mi Dios les dará a ustedes todo lo que les falte, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús” (Flp 4:19). En la misma carta los animaba también a confiar en Dios y orar para buscar la providencia de Dios: “No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también”. (Flp 4.6)
¿Cuál es el panorama de hoy? La cultura del afán, del “yo quiero más” y del “yo sí puedo” también se ha abierto paso en la iglesia del Buen Pastor, sembrando cizañas en el pueblo de Dios y activando una especie de autosuficiencia, petulante, vanidosa y muy lejana de la prometida suficiencia de Cristo, único proveedor y sustentador de nuestras vidas. El “yo sí puedo” no nos permite descansar en los verdes pastos que son los brazos del Señor, ni nos conduce a las aguas tranquilas de su Espíritu, ni nos alienta ni reconforta; más bien nos carga de expectativas mundanas, típicas de la carne: del temor, de la crisis de fe, de vivir, contraproducentemente, huérfanos de la gracia que disfrutamos con Cristo. El “yo sí puedo” (…separados de Dios nada podemos hacer -Jn 15.5-) traerá, irremisiblemente, en el presente, depresión e incertidumbre para enfrentar el futuro.
¿Puede Ud. decir que el Señor es su pastor y que pertenece a su rebaño? ¿Le ha reconocido como Señor? Si no le ha reconocido como Señor de su vida, será muy difícil experimentarle como su pastor. Jesús no sólo ha prometido suplir todas las necesidades a quienes le reconocen Señor y lo piden en oración. También nos promete morada eterna, bendición abundante si nos sujetamos a Él en todo, para ser en todo suplidos. Reconocerle Señor rebozará su copa cada día de gozo y bendiciones y adornará su mesa para siempre con guirnaldas de gracia porque Él es su pastor, y el mío. El Salmo 23 es la pura imagen de Cristo, relacional, personal, cercano a todas las emociones y pasiones que puede experimentar un corazón agradecido por la provisión y el amor del Señor.
¿Está Ud., en el redil? La Palabra trae esperanza: “Como el pastor que se preocupa por sus ovejas cuando están dispersas, así me preocuparé yo de mis ovejas; las rescataré de los lugares por donde se dispersaron en un día oscuro y de tormenta”. (Ez 34.12) ¿Experimenta el bien y la misericordia que desbordan la copa del amor de Dios para sus hijos?
Jesús dijo: "Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas" (Jn. 10:11). Cristo dio su vida por sus ovejas y resucitó. Su ferviente anhelo es que quien no le ha conocido aún, se acerque a Él y le acepte por fe como Señor y Salvador. Su Espíritu desbordará tu copa, quitará tu sed y suplirá hasta tu más recóndita necesidad
¡Dios te bendiga!
Lectura sugerida: Salmo 23
Los Salmos nos revelan a un Dios cercano, digno de alabanza y de honra. Nos anuncian del Cristo que es tangible, palpable, fraterno y personal. Cuando decimos “Mi Dios” pareciera que le tocamos con las manos y esa percepción da un dulce y espiritual sentido de pertenencia a un Dios que es santo, pero vive en el cristiano; eterno, pero coexiste con sus hijos en el tiempo. Basados en algunos Salmos escogidos, los esposos Faustino de Jesús y Milagros García K. les invitan a “apropiarse” del dulce Redentor en esta serie de devocionales y meditaciones.
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