No le ores al Señor simplemente para ventilar emociones. Ora con una expectativa activa de que Él va a obrar. Ora, pero entonces ponte a buscar de dónde vendrá la bendición y la solución al problema.
Cuando tú ores, levántate del lugar de oración preguntándote, “¿De dónde vendrá la respuesta? ¿Cómo se las arreglará Dios para contestar mi oración”? Y espera confiadamente hasta que veas la visión realizada. Como declara Habacuc en el Capítulo 2, “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”.
Si tú le vas a orar al Señor, espera activamente una respuesta; cree. Hay mucha gente que pasa al altar a orar. Oran, lloran, claman; y todavía están regresando al asiento, y siguen llorando, y lamentándose y sufriendo. Hay un tiempo para orar, y hay un tiempo para decir, “Ya. Creo que Dios escuchó mi oración”. Y entonces, fortalécete en el Espíritu y ponte a esperar activamente la bendición del Señor. Ora y cree que Dios va a deparar la respuesta. Ora con integridad e intencionalidad, y si le pediste algo al Señor, cree, y espéralo. Quizás sientas que debes seguir orando y buscando. Pero no ores como si Dios no te hubiera oído la primera vez, porque en ese caso lo que estarás haciendo es simplemente ventilar indisciplinadamente tu desesperación, y eso no honra al Señor.
Si vamos a clamar a Dios, clamemos con propósito. El apóstol Santiago aconseja: “Si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios… Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1: 5-7). Dios espera que, si decimos que creemos, con nuestras acciones mostremos expectativa de que Él va a obrar.
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