Muchas veces, sentada en el balcón de mi mente, viendo caer la serena (o de pronto tormentosa) lluvia de mis recuerdos... He sentido el alocado impulso de desear que el tiempo (cruel tirano que nos gobierna) me tomara entre sus afiladas redes y me regresara hasta determinado paisaje de mi vida.
Luego, pensándolo mejor; preguntándome que clase de desgracia particular es aquella que me ata al tiempo que vivo diariamente, sin poder viajar a mis lejanos recuerdos o a mi cercano futuro... Llego siempre a la severa conclusión de que no es el tiempo, sino las oportunidades las que no se repiten una segunda vez...
Pues el tiempo, como tal... Se da igual, y todos los años se maquilla de los mismos colores (primavera, verano, otoño e invierno). Lo que no se vuelve a dar, son aquellas extrañas ocasiones en que podemos manejar al gran tirano. Aquellas donde la brisa de la tarde da en tu cara, el cielo esta claro (por lo menos el cielo de tu cabeza) y la felicidad que sientes parece ser capaz de detener al tiempo por unos instantes...
Instantes eternos, hermosos, que luego añoras con suplicante nostalgia. Esas oportunidades, mágicas... Son las que no vuelven. Por eso son tan caras de recordar, tan difíciles de encontrar como las perlas negras... Como la visita de un cometa que no sabes cuántos miles de años tardará en presentarse de vuelta.
Lastimosamente, la mayoría de los seres humanos... Admirados ante estas bellísimas joyas, nos distraemos... bien sea buscándolas, o tratando de retenerlas (las oportunidades). Nos dejamos fascinar y a veces hasta sufrimos, pues mientras estamos tratando de contener o reencarnar una...
Ahí van miles y miles de otras que pasan a nuestro lado, sin que nos demos cuenta. Y este descuido no quiere significar que al fin no nos percataremos de la pérdida (lo cual sería un consuelo) No... Porque cuando el tiempo pasa, rozándonos como siempre, y nos hace despertar de la frenética búsqueda...
La cruel realidad nos golpea en la cara: Ya los viejos se han muerto, y nunca les dijimos cuánto los valorábamos, la pareja se fue porque no le demostramos cuánto la queríamos, los hijos no han vuelto porque nunca les prestamos atención, los amigos se fueron porque no les demostramos cariño...
Y así, tantas joyas perdidas nublan nuestra vista... La lluvia, comienza a manar de nuestros ojos, y pensamos injustamente "ojalá el tiempo regresase". Pero no pensamos que así el tiempo regresará las oportunidades ya no volverían con él.
El secreto de la vida, consta de una simple verdad: No es el vivir recordando tesoros perdidos, ni tampoco afanarse buscando los desconocidos, sino simplemente cambiar de actitud y de culpable:
No es el tiempo quien malogra las riquezas... Es el descuido o tal vez la pereza a quienes hay que reprimir, como responsables de tanta pérdida.
No es el tiempo que corre muy rápido sin darnos chance de alcanzarlo, es la atención que prestamos a nuestra propia vida, que en vez de desesperar, deberíamos pacientemente aguardar y al ver una oportunidad pasar... Rápidamente aprovechar, nuestra vida y nuestro tiempo, con esas oportunidades. Y así, reflexionando... Dejo caer mis anhelantes brazos, cierro con fuerza las palmas de mis manos, que hasta ahora inútilmente trataban de atrapar dentro de sí, la poderosa y abundante lluvia que rueda por mis mejillas; y hago una nueva resolución de no perder más tiempo, lamentándome del tiempo.
De correr a atajar las actuales oportunidades, para no tener mas perdidas de que quejarme. Me levanto de aquella orilla de playa, de aquel balcón de mi corazón, del solitario e incomparable paisaje de mi alma...
Resonando en mi mente, nuevas metas y oyendo dentro de mí, como una bella canción, la melodía que sólo puede escuchar alguien que se siente renovado y dispuesto de una vez por todas a no dejar que el tiempo o su torpeza, le roben más... Preciosas oportunidades.
* Autora: Lady VanDoderer (Venezuela)
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