Fue tu voluntad hacerme infinito. Este frágil vaso mío tú lo derramas una y otra vez, y lo vuelves a llenar con nueva vida.Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña, y has silbado en ella melodías eternamente nuevas.Al contacto inmortal de tus manos, mi corazoncito se dilata sin fin en la alegría, y da vida a la expresión inefable.Tu dádiva infinita sólo puedo recogerla con estas pobres manitos mías. Y pasan los siglos, y tú sigues derramando, y siempre hay en ellas sitio que llenar.
Cuando tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo. Te miro y me echo a llorar.Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro que va pasando la mar. Sé que tú complaces en mi canto, que sólo vengo a ti como cantor. Y con el fleco del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies, que nunca pude creer que alcanzaría. Y canto, y el canto me emborracha, y olvido quien soy, y te llamo amigo, a ti que eres mi señor.
¿Cómo cantas Tú, Señor? ¡Siempre te escucho mudo de asombro! La luz de tu música ilumina el mundo, su aliento va de cielo a cielo, su raudal santo vence todos los pedregales y sigue, en un torbellino, adelante. Mi corazón anhela ser uno con tu canto, pero en vano busca su voz. Quiero hablar, pero mi palabra no se abre en melodía; y grito vencido. ¡Ay, cómo envuelves mi corazón en el enredo infinito de tu música, Señor!
Cuando tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo. Te miro y me echo a llorar.Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro que va pasando la mar. Sé que tú complaces en mi canto, que sólo vengo a ti como cantor. Y con el fleco del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies, que nunca pude creer que alcanzaría. Y canto, y el canto me emborracha, y olvido quien soy, y te llamo amigo, a ti que eres mi señor.
¿Cómo cantas Tú, Señor? ¡Siempre te escucho mudo de asombro! La luz de tu música ilumina el mundo, su aliento va de cielo a cielo, su raudal santo vence todos los pedregales y sigue, en un torbellino, adelante. Mi corazón anhela ser uno con tu canto, pero en vano busca su voz. Quiero hablar, pero mi palabra no se abre en melodía; y grito vencido. ¡Ay, cómo envuelves mi corazón en el enredo infinito de tu música, Señor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario