Los Manantiales

Los Manantiales
Renovación para el alma

miércoles, 26 de noviembre de 2008

¿Cómo cantas tú, Señor?

Fue tu voluntad hacerme infinito. Este frágil vaso mío tú lo derramas una y otra vez, y lo vuelves a llenar con nueva vida.Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña, y has silbado en ella melodías eternamente nuevas.Al contacto inmortal de tus manos, mi corazoncito se dilata sin fin en la alegría, y da vida a la expresión inefable.Tu dádiva infinita sólo puedo recoger­la con estas pobres manitos mías. Y pasan los siglos, y tú sigues derramando, y siempre hay en ellas sitio que llenar.
Cuando tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo. Te miro y me echo a llorar.Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro que va pasando la mar. Sé que tú complaces en mi canto, que sólo vengo a ti como cantor. Y con el fle­co del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies, que nunca pude creer que alcanzaría. Y canto, y el canto me emborracha, y olvido quien soy, y te llamo amigo, a ti que eres mi señor.
¿Cómo cantas Tú, Señor? ¡Siempre te escucho mudo de asombro! La luz de tu música ilumina el mundo, su aliento va de cielo a cielo, su raudal santo vence todos los pedregales y sigue, en un torbellino, adelante. Mi corazón anhela ser uno con tu can­to, pero en vano busca su voz. Quiero hablar, pero mi palabra no se abre en melodía; y grito vencido. ¡Ay, cómo envuelves mi corazón en el enredo infi­nito de tu música, Señor!

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