Es difícil lograr contentamiento. Aun el apóstol Pablo, un héroe de la fe, tuvo que aprender a sentirse satisfecho (Filipenses 4:11). No era una característica natural de su personalidad.
Es verdaderamente asombroso que haya escrito que estaba contento en toda circunstancia. Cuando escribió esto, estaba preso en Roma. Acusado de sedición, traición y otros delitos graves, había apelado al tribunal supremo: César. Sin ningún otro recurso legal ni amigos en puestos influyentes, tuvo que esperar que atendieran su causa. Daba la impresión de tener derecho a ser una persona impaciente y desdichada. Sin embargo, les escribió a los filipenses para decirles que había aprendido a estar contento.
¿Cómo aprendió a estar así? Poco a poco, hasta que pudo estar satisfecho incluso en situaciones desagradables. Aprendió a aceptar todo lo que se le cruzaba en el camino y a recibir con gratitud toda la ayuda que pudieran darle los demás creyentes. Y lo más importante de todo: reconocía que Dios estaba supliendo todas sus necesidades.
El contentamiento no es algo que le brote naturalmente a nadie. Nuestro espíritu competitivo nos impulsa a comparar, a quejarnos y a codiciar. Pocos se encuentran en apuros como los de Pablo, pero todos enfrentamos dificultades en las que podemos aprender a confiar en el Señor y a estar contentos y satisfechos.
No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme,
cualquiera que sea mi situación.
Filipenses 4:11
Tomado del Libro Nuestro Pan Diario
Editor Agenda de Dios: Olman Rímola
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