Un rico agricultor de la antigua Grecia, desde su lecho de muerte, llamó a sus dos hijos para repartirles la herencia, "Mi tesoro, les dijo, lo encontraréis en la tierra que os dejo, Si deseáis ser ricos, cavad en las tierras de mi hacienda y buscar el tesoro". Pensando que el tesoro estaba enterrado en algún cofre en las tierras de su padre, los dos hijos comenzaron a cavar en el terreno, y a buscar el tesoro. Equipados con palas y azadones, los hijos trabajaron con entusiasmo y perseverancia, aunque aparentemente sin éxito. Con cuidado cavaron cada pedazo de terreno, pero sin encontrar el deseado tesoro.
En la primavera abandonaron su búsqueda y se pusieron a sembrar. Decidieron que al pasar el otoño, después de la cosecha, continuarían la búsqueda. Al llegar el otoño se dieron cuenta de que la cosecha era tan grande como nunca antes la habían visto. Ocurrió que mientras cavaban en busca del tesoro, habían ahondado más en la tierra que cuando trabajaban sólo con el arado. Por esta razón la cosecha había sido abundantísima, cumpliéndose así las palabras del padre, quien les había dicho que el tesoro estaba escondido en la tierra.
Cada ser humano tiene también una herencia escondida, y esta se halla, no en la tierra, sino en un libro. Este libro se llama "Las sagradas Escrituras", o sea, la Palabra de Dios.
Lea la Santa Biblia y le ayudará a descubrir y apreciar mejor el Divino Tesoro.
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