Cierto regimiento británico enviado a la India fue llamado a pasar lo que llamaban “la prueba de Kitchener”, que consistía en recorrer muchos kilómetros a pie a lo largo de un camino arenoso dentro de un plazo determinado, sin que se rezagase un solo hombre.
Para cierto joven recluta del regimiento la prueba era muy penosa. Después de haber recorrido parte de la distancia, dijo a su compañero, que era un viejo veterano:
“Guillermo, no puedo resistir. Voy a tener que abandonar la marcha”.
El sol tropical caía sin misericordia sobre ellos; la arena era Honda y ardiente, de modo que el muchacho estaba casi agotado. Viendo que el joven necesitaba ayuda inmediata, el aguerrido veterano le dijo: “Dame tu fusil”.
Esto alivió la carga, y el muchacho siguió caminando unos cuantos kilómetros más. Nuevamente volvió a rezagarse; y el viejo veterano se encargó de otra parte de su equipo, y antes de mucho, lo estaba llevando todo.
Cuando se hubo recorrido toda la distancia y se dio la orden de alto, cada Hombre estaba en su lugar.
Mientras nosotros realizamos nuestro viaje por la vida, nos tocan también pruebas, largas marchas, pesadas cargas. El camino puede resultarnos duro y largo, y a veces nos sentiremos inclinados a abandonar la marcha. Habrá tentaciones y pruebas que nos parecerán insoportables, y temeremos caer bajo la carga.
Pero, como el joven recluta, podemos confiar nuestras cargas a Otro. A nuestro lado va el Salvador. El ha recorrido el camino antes que nosotros, y ha prometido acompañarnos “hasta el fin”.
Es “un amigo más que hermano”, y llevará la carga que resulte pesada para nosotros.
Para cierto joven recluta del regimiento la prueba era muy penosa. Después de haber recorrido parte de la distancia, dijo a su compañero, que era un viejo veterano:
“Guillermo, no puedo resistir. Voy a tener que abandonar la marcha”.
El sol tropical caía sin misericordia sobre ellos; la arena era Honda y ardiente, de modo que el muchacho estaba casi agotado. Viendo que el joven necesitaba ayuda inmediata, el aguerrido veterano le dijo: “Dame tu fusil”.
Esto alivió la carga, y el muchacho siguió caminando unos cuantos kilómetros más. Nuevamente volvió a rezagarse; y el viejo veterano se encargó de otra parte de su equipo, y antes de mucho, lo estaba llevando todo.
Cuando se hubo recorrido toda la distancia y se dio la orden de alto, cada Hombre estaba en su lugar.
Mientras nosotros realizamos nuestro viaje por la vida, nos tocan también pruebas, largas marchas, pesadas cargas. El camino puede resultarnos duro y largo, y a veces nos sentiremos inclinados a abandonar la marcha. Habrá tentaciones y pruebas que nos parecerán insoportables, y temeremos caer bajo la carga.
Pero, como el joven recluta, podemos confiar nuestras cargas a Otro. A nuestro lado va el Salvador. El ha recorrido el camino antes que nosotros, y ha prometido acompañarnos “hasta el fin”.
Es “un amigo más que hermano”, y llevará la carga que resulte pesada para nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario