Me fascina la historia; por eso, vi entusiasmado un programa especial de televisión sobre el gran rey Arturo de Inglaterra. Se desencadenó una discusión cuando cada uno de los historiadores reconoció que no había testigos presenciales ni pruebas históricas para respaldar la historia del monarca inglés, ni de sus caballeros ni de la mesa redonda. Vez tras vez, se aludía al relato como una «leyenda» o un «mito». Aparentemente, dicha historia es una simple leyenda surgida de la combinación de fragmentos de otros relatos recopilados durante siglos.
Sin embargo, la buena noticia del evangelio no está arraigada en un mito ni en una leyenda, sino que es un hecho comprobado y la historia más grandiosa de todos los tiempos. Pablo escribió que el suceso más importante de la historia de la humanidad (la resurrección de Jesucristo) está respaldado por verdaderos testigos presenciales. Mientras enumeraba a los discípulos que habían visto a Cristo resucitado, el apóstol cerró la lista de aquellos testigos oculares, con estas palabras: «Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen» (1 Corintios 15:6). Cuando Pablo escribió esto, muchos de esos testigos todavía estaban vivos y dispuestos a ser interrogados.
La resurrección de Cristo no es un mito, sino el verdadero punto de inflexión de la historia.
Fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad,
por la resurrección de entre los muertos.
Romanos 1:4
Tomado del Libro Nuestro Pan Diario
Rbc Ministerio
Editor Agenda de Dios: Olman Rímola
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