Dios nos creó para que seamos felices. El no nos da la felicidad ya preparada, como un regalo que recibimos, sino que nos ofrece todos los medios para conseguirla.
La felicidad está a mi alcance. ¡Yo quiero, yo puedo, yo debo ser feliz! la convicción de que yo puedo encontrar la felicidad es el punto de partida para construirla.
Dios, no nos abre la puerta de la felicidad, sino que nos ilumina para encontrarla y nos da las fuerzas para abrirla. Dios no nos pone dentro del camino cierto, pero nos da gracias para descubrirlo, fuerzas y valentía para reconocerlo.
El camino de la felicidad es largo y tortuoso, las dificultades son muchas y es grande el peligro de perder de vista el rumbo justo por seguir.
La felicidad no es algo que se queda solo en el deseo, sino una realidad que conquistamos día a día.
La felicidad no es obra de la casualidad, sino una búsqueda incansable de toda una vida.
La felicidad está al alcance de todos, Emplear el tiempo de la vida para amar y hacer el bien, he aquí una manera práctica de conquistarla un poco cada día.
Los caminos tortuosos y escarpados nos muestran bellezas más variadas que los rectos y planos. Las dificultades de la vida dan a las virtudes condiciones para que se vuelvan más hermosas y más bellas.
Un corazón feliz irradia paz, comunica alegría, transmite optimismo, anima, atrae conquista y crea a su alrededor una atmósfera de bienestar.
Colaborar para que los demás vivan felices es abrir la puerta para acoger la propia felicidad.
Dedicarse generosamente a los demás y vivir para servirles no sólo es una obligación, sino la regla fundamental del amor y la ley básica de la felicidad.
Las horas felices se perpetúan en la alegría de su recuerdo. Sentirse feliz al poder dar felicidad; sentirse alegre, comunicando alegría; sentir placer en poder dar, sentirse satisfecho en poder servir.
Quien camina, alcanza la meta; quien lucha, vence; quien espera, alcanza, quien sonríe, hace sonreir; quien atraviesa un túnel, va al encuentro de la luz, quien hace al otro feliz, camina al encuentro de la propia felicidad.
Por la mañana, póngase en la presencia de Dios y rece (ore) esta oración:
"¿Señor qué puedo hacer hoy para dar más alegría a los demás y hacerlos más felices?. Permanezca dos minutos en silencio y despúes repita la oración.
Por la noche, póngase nuevamente en la presencia de Dios y examine el día que pasó diciendo esta oración:
"Señor, qué hice de bueno hoy para alegrar a mi hermano y hacerlo más feliz?. Reflexione durante dos minutos.
No es la posesión de todo lo que me hace feliz, ni la carencia de los materiales lo que me hace infeliz. Teniéndolo todo, puedo ser esclavo de los bienes que poseo; no teniendo nada, puedo ser esclavo de mis propios deseos. Ser feliz o infeliz depende de mi actitud interior ante la posesión o ante las privaciones. Tener, sin ser esclavo de la posesión; aceptar las privaciones sin sentirse frustado. Buscar en el ser la razón fundamental de la vida humana.
Tomado: El arte de vivir Feliz -Anselmo Fracasso