La palabra de Dios ha sido fuente de fe, fortaleza, seguridad y esperanza para muchos.
Acudir a ella puede significar encontrarnos con Dios y recibir de Él el consejo y ayuda que estamos necesitando.
Léelas, medítalas, una y otra vez; en los momentos de prueba, angustia, o dolor, y también en los de éxito, felicidad y paz, Aquellos se harán menos duros y difíciles; éstos más dulces y completos, y tu existencia se enriquecerá con la presencia de Dios, quien siempre es: "Fiel en todas sus promesas y leal en todo lo que hace."
No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos, porque ustedes están unidos a Cristo Jesús. (filipenses 4. V.6-7)
Siempre dirijo mis ojos al Señor, porque él me libra de todo peligro. Mírame, Señor, y ten compasión de mí, porque estoy solo y afligido. Mi corazón se aflige más y más; líbrame de mis angustias. Mira mis tristezas y trabajos, y perdona mis pecados. (salmo 25. 15-18)
"Musita tu oración dondequiera que estés, el Señor está en todas partes".
"Cuando unimos las manos en oración, el Señor abre las suyas."
Muéstrame, Señor, tus caminos, y enséñame tus senderos. Condúceme por tu verdad, acúerdate de tus bondades, Señor, y de tu misericordia. Protégeme, mírame y apiádate de mí. Alivia las angustias de mi corazón y quítame esta ansiedad. Guarda mi alma y no me abandones. Amén.
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