«Bienaventurados los mansos», explicó Jesús. Bienaventurados los disponibles. Bienaventurados los canales, los túneles, las herramientas. Gozosos hasta el delirio son los que creen que si Dios ha utilizado palos, piedras y escupidas para hacer su voluntad, puede usarnos a nosotros.
Una pequeña catedral en las afueras de Belén marca el supuesto lugar del nacimiento de Jesús. Detrás de un elevado altar en la iglesia hay una cueva, una pequeña caverna iluminada por lámparas de plata.
Se puede entrar al edificio principal y admirar la antigua iglesia. Se puede penetrar también en la tranquila cueva donde una estrella empotrada en el piso señala el nacimiento del Rey. Hay, sin embargo, un requisito. Hay que inclinarse. La puerta es tan baja que no deja entrar erguido.
Puedes ver el mundo estando de pie, pero para ser testigo del Salvador, tienes que ponerte de rodillas.
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo;
porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
Lucas 6:38
Tomado del Libro Promesas Inspiradoras de Dios
Autor: Max Lucado
Editor Agenda de Dios: Olman Rímola
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