Un cazador de tesoros británico encontró una cantidad inmensa de monedas romanas enterradas en un campo al sudoeste de Inglaterra. Con un detector de metales, Dave Crisp ubicó una gran vasija con 52.000 monedas. Esas piezas de oro y de bronce, que pesan más de 160 kilogramos y datan del siglo iii a.C., están valuadas en cinco millones de dólares.
Si bien el tesoro de Crisp podría hacernos soñar con encontrar riquezas similares, los creyentes en Cristo deberíamos dedicarnos a una clase distinta de búsqueda de tesoros. Lo que rastreamos no es plata ni oro, sino que deseamos encontrar las preciosas gemas del discernimiento, para poder alcanzar «todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (Colosenses 2:2-3). El tesoro escondido de conocer más al Señor se encuentra en la Biblia. El salmista dijo: «Me regocijo en tu palabra como alguien que descubre un gran tesoro» (Salmo 119:162).
Si leemos la Palabra de Dios en forma apresurada y superficial, nos perderemos sus profundos conceptos. Esas verdades deben buscarse diligentemente, poniendo tanta atención como lo hace alguien que está buscando un tesoro escondido.
¿Estás ansioso por encontrar los tesoros guardados en las Escrituras?
¡Empieza a cavar!
Me regocijo en tu palabra
Como el que halla muchos despojos.
Como el que halla muchos despojos.
Salmos 119:162
Tomado del Libro Nuestro Pan Diario
Rbc Ministerio
Editor Agenda de Dios: Olman Rímola
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