Los Manantiales

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Renovación para el alma

martes, 10 de enero de 2012

El poder del toque divino


El toque no sanó la enfermedad, como usted sabe. Mateo es cuidadoso al mencionar que fue el pronunciamiento de Cristo y no su toque lo que curó la enfermedad. «Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció» (Mateo 8.3).
     La infección desapareció por la palabra de Jesús.
     La soledad, sin embargo, fue tratada por el toque de Jesús.
     Ah, el poder de un toque divino. ¿No lo ha conocido usted? ¿El médico que lo trató, o la maestra que secó sus lágrimas? ¿Hubo una mano sosteniendo la suya en el funeral? ¿Otra en su hombro durante la prueba? ¿Un apretón de manos dándole la bienvenida a su nuevo trabajo? ¿Una oración pastoral por sanidad? ¿No hemos conocido el poder de un toque divino?
     ¿Acaso no podemos ofrecer lo mismo?
     Muchos ya lo hacen. Algunos tienen el toque maestro del Médico mismo. Usan sus manos para orar por los enfermos y ministrar a los débiles. Si usted no está tocándoles personalmente, sus manos están escribiendo cartas, marcando números telefónicos, horneando pan. Usted ha aprendido el poder del toque.
     Pero otros tendemos a olvidarnos. Nuestros corazones son buenos; es solo que nuestros recuerdos son malos. Nos olvidamos cuán significativo puede ser un toque. Tenemos miedo de decir cosas equivocadas, o usar el tono errado de voz, o actuar equivocadamente. Así que antes de hacerlo incorrectamente, no hacemos nada.
     ¿No nos alegramos de que Jesús no cometió semejante equivocación? Si su temor de hacer algo equivocado le previene de hacer algo, tenga presente la perspectiva de los leprosos del mundo. No son quisquillosos. No son remilgados. Sencillamente están solos. Están anhelando un toque divino.
     Jesús tocó a los intocables del mundo. ¿Hará usted lo mismo?
 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
Marcos 1:40-41
 
 
Tomado del Libro Como Jesús
Autor: Max Lucado
 
Editor Agenda de Dios: Olman Rímola

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