«El que tenga oídos para oír, úselos».
Más de una vez Jesús dijo estas palabras. Ocho veces en los Evangelios y ocho veces en el libro de Apocalipsis se nos recuerda que no es suficiente tener oídos; es necesario usarlos.
En una de sus parábolas. Jesús comparó nuestros oídos al terreno. Contó de un agricultor que esparció la semilla (símbolo de la Palabra) en cuatro diferentes tipos de terreno (símbolo de nuestros oídos). Algunos de nuestros oídos son como camino endurecido: no receptivo a la semilla. Otros tienen oídos como terreno pedregoso: oímos la Palabra pero no le permitimos que eche raíz. Otros más tienen oídos como un terreno lleno de hierbas malas: demasiado crecidas, demasiado espinosas, con demasiada competencia para que la semilla tenga una oportunidad. Pero hay algunos que tienen oídos para oír: bien arados, capaces de discernir y listos para oír la voz de Dios.
Por favor, note que en todos los casos la semilla es la misma. El sembrador es el mismo. La diferencia no está en el mensaje ni en el mensajero, sino en el que oye. Si la proporción de la historia es significativa, tres cuartas partes del mundo no están oyendo la voz de Dios. Sea debido a corazones duros, vidas superficiales o mentes llenas de ansiedad, el setenta y cinco por ciento de nosotros estamos perdiéndonos el mensaje.
No es que nos falten oídos; es que no los usamos.
Las Escrituras siempre han dado gran importancia a oír la voz de Dios. A decir verdad, el gran mandamiento de Dios por medio de Moisés empieza con las palabras: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es» (Deuteronomio 6.4). Nehemías y sus hombres recibieron elogios porque «estaban atentos al libro de la ley» (Nehemías 8.3). «Bienaventurado el hombre que me escucha» es la promesa de Proverbios 8.34. Jesús nos insta a que aprendamos a oír como ovejas. «Las ovejas reconocen su voz … las ovejas lo siguen porque reconocen su voz. En cambio, no siguen a un desconocido, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los desconocidos.
Nuestros oídos, a diferencia de nuestros ojos, no tienen tapas. Deben permanecer abiertos, pero cuán fácilmente se cierran.
«El que tiene oídos para oír, úselos». ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que usted se hizo revisar sus oídos? Cuando Dios esparce la semilla, ¿cuál es el resultado?
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Romanos 10:17
Tomado del Libro Como Jesús
Autor: Max Lucado
Editor Agenda de Dios: Olman Rímola
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