Los Manantiales

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Renovación para el alma

viernes, 18 de mayo de 2012

CIUDADANOS EXTRANJEROS

¿Qué se sentiría ser E.T. y estar varado en un lugar desconocido en donde todos se ven diferentes a nosotros, hablaban un dialecto extraño, y no tienen idea de nuestra historia o de nuestras raíces? Aunque con el tiempo podríamos encontrar unos cuantos amigos y sentirnos menos desconcertados por lo que nos rodea, esas ganas de ir a casa, el lugar adonde verdaderamente pertenecemos, jamás nos abandonaría.
La Biblia nos dice que los creyentes en Jesús se encuentran en un aprieto similar en este mundo (Efesios 2:19; 1 Pedro 2:11). Aunque nuestra apariencia o nuestros gestos podrían no sugerir una desorientación radical, la verdad es que este lugar, esta existencia de culturas, de políticas y de cosmovisiones en competencia, no es nuestro verdadero hogar
Pablo lo dijo de esta manera: «Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20). Vivimos en un país extranjero entre extranjeros. Comemos la misma comida, lloramos las mismas lágrimas, esperamos tener muchas de las mismas cosas. Amamos, sudamos y rumiamos por las incomodidades. Pero en última instancia, no somos iguales. Somos extranjeros y estamos esperando nuestro hogar.
Aun cuando somos insensibles a esta realidad, hay momentos dolorosos en los que se nos recuerda la verdad. Tenemos momentos de un gozo extático, pero pronto la vida se vuelve
frívola… por cuanto en la profundidad de nuestra alma sabemos que estos momentos fugaces nunca satisfacen. Vemos la injusticia y el dolor en el mundo a nuestro alrededor, y algo nos susurra con fuerza: «Esto no está bien. No fuimos creados para esto.»
Sabemos que somos extranjeros porque nuestros corazones se vuelven hacia el hogar. Pablo dijo que «ansiosamente esperamos a un Salvador». Esperar con ansias es lo que podría ser y lo que será. Pero también está lleno de decepción sobre lo que puede ser y lo que es. Vivir como extranjeros, atados en este tiempo a un mundo que no es nuestro hogar, es vivir con cierta dosis de arrepentimiento y cierta dosis de decepción. Pero es bueno. Nos dirige hacia el hogar.
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos,
de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.
Filipenses 3:20
Tomado del Libro Nuestro Andar Diario
Rbc Ministerio
Editor Agenda de Dios: Olman Rímola

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