Los Manantiales

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Renovación para el alma

jueves, 3 de mayo de 2012

Vivir en la presencia de Dios

Mantenerse siempre cerca de Dios, fuente perenne de paz y de amor. Cerca del fuego nos iluminamos y nos calentamos. Dios es horno ardiente de amor divino y cerca de él participamos de sus energías.
Proyectarse siempre verticalmente en Dirección a Dios para hacer lo que es de su agrado y caminar en dirección a los hermanos para servirles. Dios nos trae la paz y el servir al prójimo nos hace felices.
Por la mañana, entrar en contacto con Dios con la oración; en la intimidad de Dios asimilamos buenos pensamientos que influirán positivamente en todo nuestro día. ¡Dios está conmigo! El me rodea, me envuelve y me penetra más que el aire que respiro y más que la luz del sol que me ilumina.
Hacer silencio durante algunos minutos y después, lentamente, dirigir a Dios esta oración: ¿Señor, qué puedo hacer hoy para dar más alegría a los demás y hacerlos más felices?". Permanezca algunos instantes más reflexionando y después empiece a vivir con alegría.
Por la noche, antes de dormir, ponerse nuevamente en la intimidad de Dios y hacer una oración que tenga una petición de perdón por los errores cometidos y un gesto de gratitud por el bien que se haya hecho.
El contacto con Dios por la noche tranquiliza y proporciona un sueño reparador.
Terminar la reflexión dirigiendo a Dios esta oración: "Señor, ¿qué hice hoy de bueno en favor de mí semejante? Y ¿qué podré hacer mañana?".
Programar y aprovechar el tiempo dedicado a la oración, porque nos pone en contacto con Dios. Unidos a la fuente de la divina alegría, podremos vivir más alegres.
La oración nos une a Dios, fuente del verdadero amor. En la intimidad de Dios crece el amor en el corazón; quien ama, produce felicidad, y, quien la produce, la encontrará.
Recurrir a Dios y confiar en Él es tener la certeza de que El nos da una respuesta, aceptando que nos atienda cuando y como El crea mejor.
La prisa ansiosa de obtener una respuesta inmediata, cuando y como lo deseamos, es una gran falla nuestra. Los planes de Dios generalmente son difierentes de los nuestros. El es quien sabe lo que es mejor para nosotros y conoce la hora más oportuna para atendernos. Pretender que Dios adopte nuestro esquema de vida es invertir el orden del universo.

Fuente: El arte de vivir feliz - Por Anselmo Fracasso

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