Con frecuencia, cuando somos atormentados por el dolor y nos descubrimos incapaces de pensar o de adorar, sentimos que, en verdad, este es “el cuerpo de la humillación nuestra”; y cuando somos tentados por las pasiones que surgen de la carne, no creemos que la palabra “humillación” sea una traducción demasiado vigorosa en absoluto. Nuestros cuerpos nos humillan; y eso es todo lo mejor que hacen por nosotros. ¡Oh, que fuéramos debidamente humildes, pues nuestros cuerpos nos asemejan a los animales, e incluso nos ligan con el polvo!
Pero nuestro Salvador, el Señor Jesús, cambiará todo esto. Seremos transformados a semejanza de Su propio cuerpo de gloria. Esto lo experimentarán todos aquellos que creen en Jesús. Por fe sus almas han sido transformadas, y sus cuerpos experimentarán una renovación tal que los adaptará a sus espíritus regenerados.
Qué tan pronto ocurra esta grandiosa transformación, no podríamos decirlo; pero su pensamiento debería ayudarnos a soportar las tribulaciones de hoy, y todas las aflicciones de la carne.
En breve, seremos como Jesús es ahora. No más rostros adoloridos, no más miembros hinchados, no más ojos apagados, no más corazones desfallecidos. El viejo no será más un manojo de debilidades, ni el enfermo una masa de agonía. “Semejante al cuerpo de la gloria suya.”
¡Qué expresión! ¡Aun nuestra carne descansará en la esperanza de una tal resurrección!
“El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra,
para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”
Filipenses 3:21
Tomado del libro La Chequera del Banco de la Fe
Editor Agenda de Dios: Olman Rímola
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