Tengo un primo que es ministro bautista. En el transcurso de nuestra niñez, sólo nos veíamos un par de veces al año. Ahora, nos vemos menos aún. Hace algunos años, luego de mucho tiempo sin vernos, de pronto empecé a pensar en él y su familia. Simplemente no podía quitármelos de la mente. Y por alguna razón, me sentía obligado a enviarle un cheque por $100. Lo pensé durante varios días e hice varios viajes inconclusos a la oficina de correos. Finalmente lo envié con una carta diciendo que esperaba no haberle ofendido, pero que creía que el Señor quería que hiciera eso. Un par de semanas después recibí contestación. Mi primo me decía que nunca dejaba de asombrarle cómo obraba Dios en su vida. Y ahora Dios le había mostrado nuevamente, a través de nosotros, que siempre nos ayudaría en la necesidad. Mi primo dijo que lo único que le preocupaba era que había enviado demasiado dinero. Todo lo que necesitaba eran $97.56.
Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? Mateo 6-26
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