Los Manantiales

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Renovación para el alma

martes, 24 de julio de 2012

LA BIBLIA


Al ser recibido como miembro de la Real Academia Española, el célebre literato Donoso Cortés pronunció un famoso discurso referente a la Biblia. En uno de sus más bellos pasaje dijo:
“En la Biblia están escritos los anales del cielo, de la tierra, y del género humano: en ella como en la Divinidad misma, contiene lo que fue, lo que es, y lo que será; en su primera página, se cuenta el principio de los tiempos y de las cosas; y en su última página el fin de las cosas y de los tiempos.
“Libro prodigioso aquél, en que se calcula todo, antes de haberse inventado la ciencia de los cálculos; en que sin estudios linguísticos se da noticia del origen de las lenguas; en que sin estudios astronómicos, se computan las revoluciones de los astros; en que sin documentos históricos se cuenta la historia; en que sin estudios físicos se revelan las leyes del mundo.
Libro prodigioso aquél, que lo ve todo, y lo sabe todo; que sabe los pensamientos que se levantan en el corazón del hombre, y los que están presentes en la mente de Dios; que ve lo que pasa en los abismos del mar, y lo que sucede en los abismos de la tierra.
“Libro en donde se encierran y atesoran todos los tesoros de la misericordia, todos los tesoros de la justicia y todos los tesoros de la venganza.
 Libro, en fin señores, que cuando los cielos se replieguen sobre sí mismos como un abanico gigantezco, y cuando la tierra padezca desmayos, y el sol recoja su luz y se apaguen las estrellas, permanecerá él solo con Dios, porque es su eterna palabra, resonando eternamente en las alturas”.
El apóstol San Pablo nos dice que la Palabra de Dios es “viva y eficaz” (Hebreos 4:12). Y no quedan dudas de ello cuando pensamos en el gran número de personas cuyas vidas han sido transformadas y establecidas como resultado de la lectura de la Biblia y de la aplicación práctica de sus enseñanzas.
Esa bendición la obtendremos sólo cuando nos acerquemos a las Sagradas Escrituras con una disposición voluntaria y un espíritu anhelante de encontrar los tesoros de la paz y de salvación que Dios nos ofrecen ellas.

Fuente: www.escritoesta.org

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