A Juan el Bautista nunca lo contratarían hoy día. Ninguna iglesia querría tener nada que ver con él. Fue un desastre en cuanto a las relaciones públicas. Usaba ropa hecha de pelo de camello, se ceñía una cinta de cuero alrededor de la cintura, y comía langostas y miel silvestre (Marcos 1.6). ¿Quién querría ver a semejante tipo cada domingo?
Su mensaje era tan rudo como su vestuario: Sin rodeos y directo al grano retaba al arrepentimiento porque Dios estaba en camino.
Juan el Bautista se apartó para cumplir su tarea, para ser una voz de Cristo. Todo en Juan se centraba en ese propósito. Su ropa. Su dieta. Sus acciones. Sus exigencias.
No tienes que ser como el mundo para impactar en el mundo. No tienes que ser como las multitudes para cambiar las multitudes. No tienes que rebajarte a sus niveles para que ellos se eleven al tuyo. La santidad no busca ser excéntrica. La santidad busca ser agradable a Dios.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto,
y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
Colosenses 3: 2–3
Tomado del Libro Promesas Inspiradoras de Dios
Autor: Max Lucado
Editor Agenda de Dios:
Olman Rímola
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