Me relataron una historia triste esta semana, una historia acerca de una luna de miel desastrosa. Los recién casados arribaron al hotel a temprana hora de la madrugada con grandes expectativas. Habían reservado una gran habitación con agregados románticos. Eso no fue lo que encontraron.
Parece que la habitación era bastante reducida. El pequeño cuarto no tenía vista, ni flores, sólo un baño estrecho y lo peor de todo… no había cama. Sólo un sofá cama con colchón abultado y resortes gastados. No era lo que habían esperado; por consiguiente, tampoco la noche lo fue.
A la mañana siguiente el novio de cuello dolorido bajó como una tromba hasta el escritorio del gerente y ventiló su enojo. Luego de escuchar con paciencia durante unos pocos minutos, el empleado preguntó: «¿Abrió la puerta que está en su habitación?»
El novio admitió que no. Regresó y abrió la puerta que había pensado era un ropero. ¡Allí, con canastas de frutas y chocolates, se encontraba un amplio dormitorio!1
Suspiro.
¿No te los imaginas de pie ante la puerta de la habitación que habían ignorado? Ah, que agradable habría sido…
Una cómoda cama en lugar de un abultado sofá.
Una ventana con marco de cortinas en lugar de una pared en blanco.
Una fresca brisa en lugar de aire viciado.
Un elaborado cuarto de baño, no uno apretado.
Pero se lo perdieron. Qué triste. Apretados, malhumorados e incómodos siendo que sólo una puerta los separaba de la comodidad. Se lo perdieron porque pensaron que la puerta era un ropero.
¿Por qué no investigaste? Preguntaba yo al leer la nota. Sé curioso. Investiga. Haz la prueba. Échale una mirada. ¿Por qué aceptaste la suposición de que la puerta no llevaba a ninguna parte?
Buena pregunta. No sólo para la pareja sino para todos. No para la pareja que pensó que la habitación era lo único que había, sino para todos los que se sienten encerrados y apiñados en el ante cuarto llamado la tierra. No es lo que habíamos esperado. Es posible que tenga sus momentos agradables, pero simplemente no es lo que nos parece que debiera ser. Algo dentro de nosotros gime pidiendo más.
Comprendemos lo que quiso decir Pablo al escribir: «Nosotros[…] gemimos en nuestro interior, esperando ansiosamente nuestra adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo» (Romanos 8.23, NVI)
Busqué a Jehová, y él me oyó,
Y me libró de todos mis temores.
Salmos 34:4
Tomado del Libro Cuando Dios susurra tu nombre
Autor: Max Lucado
Editor agenda de Dios: Olman Rímola
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